Mi versión de Conejo (Abelardo Castillo)
Había pasado en la noche de anteayer, en realidad, todas las noches pasaba lo mismo. Ella y sus perpetuas miradas hacía mis silencios, hacía mis tormentos. Las voces y los cuerpos no tardaron en llegar. Venían y preguntaban del cómo estaba, del cómo pude permitir que pasara eso, del qué voy a hacer ahora.. venían y sentía una palmada sobre mi espalda, como si eso fuera lo que necesitara de como si eso me dieran las fuerzas ya perdidas y las ganas idas de decirle a mi hijo lo ocurrido en esa madrugada tan fría. Solamente es contemplación hacía la inocencia volcada en un repulsivo conejo guarecido de la impavidez de un pendejo, no creas, a veces hay lágrimas. Pobre de él que culpa tiene que en esa reprimida noche, su madre; la mía se fuera, perpetuando por última vez mi insania. Los días pasan y la esperanza de a poco desvanece. Al pendejo lo envíe con el primo ése, Julio creo que se llama pero yo le digo gordo rompe huevos porque está gordo y rompe los huevos. Lo llevé...